martes, 14 de octubre de 2008

Requiem por Ziganda


Nadie quería decir nada en voz alta, pero los malos resultados que estaba cosechando Osasuna invitaban a creer que pronto Ziganda abandonaría el banquillo rojillo. Bien es cierto que nuestro club no se caracteriza por destituir a sus entrenadores (él último despido fue el de Miguel Sola hace 11 años) pero en esta ocasión las sirenas de alarma ya se habían encendido, y la paciencia de la siempre fiel afición osasunista se había acabado. Todo aficionado al fútbol quiere ver resultados y cuando estos no llegan empieza a inquietarse y expresar su desesperación. Es lógico, nadie quiere que su equipo pase apuros. La pasada temporada todos sufrimos con el corazón en un puño durante el último encuentro de Liga. Y si nos salvamos no fue porque lo hicimos bien, sino porque el Mallorca hizo lo que nosotros debimos hacer ganar aquel partido.


Dice el refran que "Año Nuevo, Vida Nueva", pero parece que en nuestro caso esta maxima no se ha cumplido. Cuando empieza una nueva campaña la afición se vuelve a ilusionar, aunque luego las cosas no salgan bien, pero se comienza la temporada con la ilusión de que en esa campaña las cosas salgan mejor que en la anterior. Pero nada de esto ocurrio este año. El equipo volvía a ofrecer la misma imagen, y para colmo los puntos que sumaba Osasuna eran sólo por empates. Era obvio que algo pasaba en el club.


Cuando Ziganda tomó las riendas del conjunto rojillo, debo reconocer que no me causo una gran alegría. En el año 2006, Osasuna acababa de firmar la mejor temporada de su historia y había conseguido con su cuarto puesto lograr el histórico pase a la Champions. Todos nos habíamos subido a una nube. En mi caso, era la primera vez que iba poder ver a mi equipo jugar en
Europa. Me dolió la marcha de Aguirre, pero cuando a uno le ofrecen más dinero, todos somos humanos y vamos donde mejor nos pagan. Así es la vida. Y llegó el 'Cuco'. En aquel momento pensé que el de Larraintzar no era el técnico adecuado para conducir al equipo en su aventura europea. Era la primera vez que entrenaba a un equipo de Primera División y enfrentarse a tan importante reto en su primer año en el banquillo era algo difícil de superar. Yo soñaba con ver el Reyno cubierto de estrellas durante mucho tiempo, y por ello esperaba que el club confiara en alguien que tuviese más experencia. Pero Ziganda fue el elegido y todo el mundo merece tener su oportunidad, así que decidí darle un voto de confianza.


Nos eliminaron a las primeras de cambio, y nos tuvimos que marchar a la UEFA, que tampoco estaba nada mal y conseguimos llegar a las semifinales. Volvimos de nuevo a hacer historia. Por aquel entonces se decía que Ziganda había aprovechado los logros de Aguirre y por eso había conseguido lo que había conseguido. Pero el mexicano ya no estaba en el banquillo, sino que su inquilino era un antiguo jugador de Osasuna. Por tanto, es a él a quien tenemos que agradecer esta gesta. Quiza esto sea lo más positivo de su paso por Osasuna pero desde luego no es lo único. En todas las personas pesan más las virtudes que los defectos.


Y la gran virtud de Ziganda es su saber estar. Siempre dijo lo que debio decir y actuó como debió actuar. Incluso en el momento en el que la mayor parte de su bloque duro marchó a destinos mejores, Ziganda afrontó con entereza la dificultad de conjuntar una nueva plantilla. Cuando los árbitros cometían claras injusticias contra nosotros, el Cuco, excepto una ocasión en la que no pudo más, no perdió la compostura. Nunca impuso a la directiva cuales eran sus preferencias a la hora de fichar, se conformó con lo que le traían. Sin rechistar.


Con un nuevo bloque intentó, en su segunda temporada, que el equipo jugase al fútbol y maravillara a todos los aficionados que domingo tras domingo acudían al Reyno o se sentaban detras del televisor para ver las evoluciones de los rojos. Pero, por desgracía, en la vida las ganas y la buena voluntad no siempre garantizan que las cosas vayan a salir bien. Y poco a poco vimos como Osasuna caía en picado en la clasificación. Parecía que nos había mirado un tuerto. Ziganda reconocía que las cosas no iban bien, pero pese a todo nunca perdió la esperanza.


Pero en el fútbol lo que cuentan son los resultados, y los de Osasuna no eran buenos. Después de lo visto la pasada temporada y con la impresión de que las cosas no iban a cambiar, la afición empezó a pedir al ya ex-técnico osasunista que se fuera. En estas ocasiones se suele recurrir a la socorrida frase de que ya ha cumplido un ciclo. Es evidente que Osasuna necesitaba un cambio, y había que poner remedio antes de que llegara la enfermedad. Pero las formas de hacerlo no han sido las adecuadas. Al menos, el señor Izco podría haber tenido la delicadeza de acompañar a Ziganda el día de su despedida.


Tan sólo me queda agradecer a Cuco que haya conseguido que el equipo juegue las semifinales de UEFA. Desde aquí desearte todo lo mejor para el futuro.


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