sábado, 12 de febrero de 2011

Cuando el pueblo tumba a sus gobernantes

¡Qué sabio es el refranero popular! Dicen que "el pueblo unido, jamás será vencido". Echando un vistazo a los libros de historia, podemos encontrar innumerables ejemplos en los que los ciudadanos, el pueblo llano, en un momento dado se han hartado de sus gobernantes y los ha mandado, perdón por la expresión, a hacer puñetas. En la mayoria de los casos, la situación tanto política como económica ha mejorado. Es cierto, que los militares también han tenido un papel muy importante a la hora de cambia gobiernos, y si no qué se lo pregunten a los españoles del siglo XIX. Pronunciamiento viene, pronunciamiento va. Qué si Prim, qué si Martínez Campos, qué si O'Donnell (luego todos estos señores son suscptibles de que te caigan en el examen de selectividad)... O ejemplos más recientes como los de Venezuela en el 2002, cuyo fracasado golpe dio más alas a Chávez o recientemente Ecuador con Correa. El pueblo siempre tiene la última palabra y cuando exige democracia siempre lo consigue. En nuestro caso bien es cierto que el Rey y Suárez tuvieron un papel importantísimo durante la Transición (nadie lo niega), pero si los españoles no hubieran estado a favor de la democracia a lo mejor tendríamos a otro tapón en el poder. Cuando el bigotes de Tejero irrumpio en el congreso al grito de "Quieto todo el mundo", la gente salio a la calle para reivindicar la democracia.

Ahora parece que es el mundo árabe el que por fín se levanta pidiendo reformas, y de paso que sus corruptos gobernantes se piren y dejen el poder (qué ya son muchos años viendo las mismas caras, y esto obviamente aburre hasta el más pintado). De momento, en Tunez y Egipto lo han conseguido. Ben Ali y Mubarak respectivamente han abandonado el poder y sus países, aunque esto último les evitará tener que responder por todas las atrocidades que han cometido. Esperemos que Obama, y los USA hayan tomado buena nota de todo esto y vean que la democracia no se instaura invadiendo países, lease Afganistán e Irak. No, llega cuando el pueblo es consciente de qué hasta aquí hemos llegado, y por medios pácificos (qué no hace falta mandar tropas a todas partes), se pueden cambiar las cosas.

El último en caer ha sido Hosni Mubarak, presidente y raïs de Egipto durante 30 años (que se dice pronto), que en un intento desesperado de aferrase a lo imposible, le traspasó los poderes a su vicepresidente, Suleiman (osea su mini yo). Pero, al final tuvo que rendirse a lo evidente, qué la gente no estaba dispuesta a esperar hasta septiembre, que ya eran muchos años aguantándolo. Y al final pues cayó. Pero antes que él, otros dirigentes corrieron la misma suerte. Algunos se fueron en silencio, y otros en helicoptero (un clásico en las huidas). He aquí algunos de ellos.

Picos, palas y excavadoras para tirar el muro de Berlín

1989, fue un año clave en nuestra historia reciente. La URSS y sus paises satélites comenzaban a tambalearse y dos años después, desaparecía del mapa, dando legar a no se cuantos paises, qué tus padres ni siquiera saben que existen, y que tú te los has tenido que aprender en el cole. Todo comenzó con la caída del "muro de la vergüenza", aquel que dividía una capital, y por extensión un pais en dos partes, que nada tenían que ver entre si. La una, capitalista, la otra socialista. Las diferencias eran tales que todavía se siguen arrastrando a día de hoy.

En octubre los alemanes del este o habitantes de la República democrática de Alemania, empezaron a hartarse de la dictadura impuesta por el Partido Socialista Unificado de Alemania (PSU), con la bendición de Moscú. En un principio parecía que las manifestaciones no tenían mucho impacto, pero a medida que pasaban los días, la presión poular se iba haciendo mayor. Si a todo esto le sumamos el levantamiento parcial de las restricciones de los viajes al exterior, pues ya el cambio era inevitable. El 18 de octubre, el ya desgastado presidente Erich Honecker presentó su dimisión, y a partir de ese momento todo fue cayendó como un dominó.

El momento culminante llegó el 9 de noviembre, cuando Günter Schawoski, miembro del Politburó del PSU, convocó una rueda de prensa para anunciar el fin de las restricciones en los viajes. Cuentan que un miembro de la Policia le deslizó el papel que leyó en público en su carpeta. El propio Scawoski ni se creía lo que estaba leyendo. Ante las preguntas de los periodistas y sumido aun en su estado de confusión, se hizo la picha un lio y respondió que la nueva ley entraba de vigor de inmediato. Sin pensárselo, miles de berlineses de uno y otro lado del muro se concentraron frente a él, y ante el pasmo de los guardias fronterizos que no sabían a quien obedecer tiraron con sus propios picos el símbolo más visible del telón de acero. Mientras el politburó asistía impasible al fin de sus días. Con la caída del muro, llegó también la del bloque comunista, y el fin de la guerra fría.







La ejecución de Ceauşescu.

Quince años (1974-1989) estuvo Nicolae Ceauşescu dando el coñazo en Rumania. Con una dictadura pura y dura, en la que la represión policial estaba a la orden del día. Cansados de tanto aguantar y aliento de lo que había ocurrido en Alemania, los rumanos también empezaron una ola de protestas que desembocó en la huida del dictador. Durante una semana, los rumanos pidieron reformas y una política que lo sacara de la pobreza en la que vivían, porque ahí vivían bien cuatro, y el resto pues a pasar hambre. Y claro el hambre pues al final, acaba en mala leche. El 25 de diciembre, Ceauşescu y señora fueron ejecurados tras la setencia de un tribunal militar, que los condenó por genocidio y otros delitos.




De la Rua, a golpe de Cacerola

Desconocemos si a estas alturas de la película, al ex-presidente argentino Fernando de la Rua todavía le resuenan en sus oídos los sonidos de las cacerolas y los manifestantes que durante el mes de diciembre de 2001 le pedían a gritos que se fuera (todo pasa en diciembre, no se porqué). El exsuegro de Shakira pagó los platos rotos de lo que otros antes en su lugar habían hecho (leáse Menem). Aunque el también pusó su granito de arena. De la Rúa, simbolizó el hastío que los argentinos tenían en ese momento hacia su clse política, que expresaron con el grito de "qué se vayan todos". Todo empezó con el decreto del llamado Corralito, es decir restricciones a la hora de retirar dinero en efectivo. El país se había quedado sin reservas y por ello buscaba que los ciudadanos no se llevarán el dinero de los bancos para evitar la bancarrota. Eta fue la gota que colmo el vaso, y que provocó protestas en todo el país. A pesar de que en un primer momento, el presidente llamaba a la calma, la gente sólo quería su cabeza. Algo que no tardo en llegar. Al día siguiente de la Rua dimitía y abandonaba en helicoptero la Casa Rosada. No les fue fácil a los argentinos encontrar la estabilidad, uno tras otro los presidentes se fueron sucediendo hasta llegar a Eduardo Duhalde, que fue el que más duro, y quien le entregó el mando a Kirchner.



Os dejo también una imitación de De la Rua, en el programa humorístico Gran Cuñado (es muy buena)



Con estos ejemplos, está visto que si el pueblo quiere puede cambiar las cosas. No necesariamente tirar presidentes, sino cambiar las cosas. Aquí deberíamos aplicarnos el cuento, y salir un poco más a la calle para que nuestros queridos políticos nos saquen de la crisis, y dejen de hacer caso a los mercados

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